Stigmata – 4
Remoja tus manos en agua fría. Un escalofrío que carcomía los huesos le recorrió las muñecas y le agitó los codos. Parbellone limpió el agua con una toalla suave y aplicó meticulosamente aceite de perfume en las articulaciones de sus manos que estaban congeladas en rojo. Y se puso unos guantes de cuero negro en las manos, que despedían un olor dulce. Después de terminar de arreglarse, Parbellone sacó un largo rosario incrustado con corales rojos de un pequeño relicario colocado junto a su cama. Se colocó una reliquia de plata en la palma de la mano, y la palma y la muñeca se envolvieron una vez con un hilo de rosario. Juntó las manos con fuerza, abrió la puerta y salió. El teniente que esperaba afuera levantó un saludo. Parbellone tomó la delantera al responder a la ligera con una reverencia. "¿Van bien los preparativos?" "Sí Sí." “El Espíritu Santo tiene altas expectativas”. "Lo tengo en cuenta". Cuando salí por la puerta, un sirviente me esperaba con una brid…